El variopinto estilo de Gepinto

 

Por Felipe Rodríguez.

 

Primer largaduración de Daniel Riveros, más conocido como Gepe, quien alcanzó rápidamente notoriedad con esta placa de 13 canciones que experimenta un pop electrónico con ritmos andinos y guitarras ligeras. Editado por el sello Quemasucabeza en 2005 irrumpe en la escena con melodías creativas y acústicas reunidas en tonadas y cuecas cuyos arreglos evocan el post rock. Un folklor audaz y fresco que nos entrega el ex Taller Dejao para renovar la tradición folclórica.

                La experiencia sonora de Gepinto es variada y, así como remite a Violeta Parra en La enfermedad de los ojos -canción inaugural del disco-, con una singular melodía acompañada con una percusión increscendo; en el segundo track, Nunca Mucho, el viaje es a través de una atmósfera espacial y minimalista. Las bases electrónicas se repiten en modo post rock en Sal -cuarto tema- y los charangos y la guitarra acústica se lucen la tercera canción, Multiplicación; misma música raíz que se recupera en Namás, el quinto track. También hay momentos nostálgicos, como ocurre en Los Trapenses, una trova donde destacan la percusión, los arreglos de guitarra y el canto de pájaros que acompañan de fondo. Nihilo, es otra canción interesante por sus voces terroríficas y el ambiente sónico y minimalista de sus teclados. Además, el álbum cuenta con la balada en Los Barcos, dando como resultado una exquisita composición de guitarra acústica y voz melancólica.    

De esta manera, Gepinto se va desarrollando como un largaduración que engloba lo múltiple, por medio de su polifonía fecunda que va creciendo como un árbol cuyas raíces se nutren de distintas mixturas sonoras. Un trabajo que también se expresa en la mirada perdida y atenta, intrigante, pero con gesto difícil de traducir de la niña oriental que aparece en su portada; una representación que reúne lo diverso con rostro titubeante entre tristeza y alegría.

Pero al reflexionar sobre esta producción discográfica, aparecen nombres como la ya mencionada Violeta Parra, Gabriela Pizarro o Margot Loyola -quien años más tarde fue homenajeada por Gepe en su placa Folklor imaginario-, elementos del folclor más profundo, las raíces de nuestra música, con un lenguaje criollo, chileno, que rescata el acento, el tono de las palabras desenvueltas que son tan locales en su uso y simpleza, pero tan universales en su comprensión y hondas en sus sentimientos, expresando así la complejidad de un estado emocional, tal como sucede en La enfermedad de los ojos, en donde la metáfora es empleada para graficar la pena y desconsuelo. Una enfermedad que “pilla por sorpresa”, tal como afirma su letra; “no se sabe de repente, que la vida se hace tiras, cuando menos se lo piense”, cierran la tercera y quinta estrofas. “La enfermedad de los ojos tiene estresa´ó a cualquiera, le cambia mucho el gusto, por lo que de bien se quiera, si a los ojos les pregunto, me responderán cantando, le cambia mucho el gusto por lo que de bien se quiera”, termina más adelante.    

Más allá de la nostalgia, Gepinto refresca el folclor, lo reactualiza por medio de la renovación sin restarle intensidad ni solemnidad a una música que nos vincula con nuestra historia. Se resiste a clasificaciones de géneros y épocas, porque es un álbum transversal y atemporal, ni antiguo ni nuevo ni de covers y menos agónico. Charangos, valses, guitarras, tonadas y cuecas se entrelazan con el pop y lo electroacústico para explorar ritmos rejuvenecidos del norte, el campo y el sur de Chile.

 

 

Fuente imagen: https://www.discogs.com/

 

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